El Samuelazo: una historia muy neoleonesa (Nuevo León: una historia de Samuelazos)

5 meses ago
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Por Leopoldo Mendívil López

Autor de Secreto 1910, Secreto Maximiliano, Secreto Vaticano, Secreto R (Rockefeller), Secreto Azteca, Secreto 1929, Secreto Biblia.

 

 

*Samuel no es el primero, y seguramente no será el último

*Separatismo y sentimiento grandioso de Nuevo León

*Bernardo Reyes, Antonio Canales, Santiago Vidaurri…

 

 

Samuelazo: Dícese del acto por el cual un individuo, en cualquier época de la historia, trastorna del orden político en Nuevo León y lo lleva a una grandeza extrapolada, ficticia o real – incluso evocando deseos subconscientes de separar a la entidad para crear una república norteña

 

 

Hace apenas unos días hubo tres gobernadores simultáneos en Nuevo León -Samuel García, Luis Enrique Orozco y Javier Navarro-, cada uno clamando ser el «legítimo», y dos de ellos señalando a otro de los tres como ilegal o espurio.

 

Todo porque el gobernador «inicial» Samuel García quiso lanzarse como candidato para la presidencia de México y mantener al mismo tiempo un alfil controlándole el estado de Nuevo León.

 

El Congreso estatal eligió a otro como Interino y comenzó el show que ha conmocionado y entretenido a México: la «Samuenovela» que estremeció a la nación el pasado fin de semana.

 

Por un momento algunos pensamos que esto se convertiría en una disputa mayúscula, y que el Gobierno Federal tendría que activar la desaparición de poderes – intervenir el Estado conforme al artículo 76, fracción V constitucional – esta alternativa la propuso por ejemplo el joven alcalde Luis Donaldo Colosio:

 

«Si de plano las cosas siguen así, sí le pediría yo al Senado de la República que intervenga y que haga ese nombramiento por los siguientes seis meses [en lo] que se restablece la política aquí en el Estado» […] «Yo no quiero que llegue a eso, sería muy vergonzoso para la clase política de Nuevo León, que hicieron tanto escándalo y desmadre al punto en el que tuviera el Senado que desaparecer esos poderes por incompetencia».

 

También lo propusieron analistas políticos como Pedro Mellado Rodríguez: «El Senado de la República debe intervenir para poner orden en Nuevo León, con base en las facultades que le confiere el Artículo 76 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su Fracción Quinta.»

 

Ya se «resolvió» todo, cuando el Congreso estatal finalmente recibió de nuevo a Samuel como gobernador… pero el proceso tuvo muchas sombras que se proyectan aún hacia el futuro.

 

Por ejemplo, la sombra o presencia de Debhani Escobar -la chica de 18 años desaparecida el 8 de abril de 2022 en condiciones enigmáticas, y encontrada muerta al fondo de una cisterna en un motel el 22 de abril decese año; y cuya investigación estuvo plagada de fallas y falsedades que mantuvieron a México y el mundo en vilo por varios meses hasta que el asunto se «olvidó».

 

El gobernador interino -Luis Enrique Orozco- había sido el vicefiscal en Nuevo León a cargo de esa investigacion; y citando las palabras del padre de la chica fallecida -de quien primero se dijo que había muerto al caer por sí misma a la cisterna, aunque se encontraron sus pertenencias y vestimenta dispersas en forma anormal en partes inaccesibles de la fosa; y de quien un posterior estudio forense reveló agresión sexual -“equimosis violáceas en ambos lados de la región frontal del cráneo»-; agresión desmentida en una siguiente necropsia -Felipe Takeshi, TSJCDMX, 18 de julio-… Don Mario Escobar, el padre de la chica, dijo hace cuatro días en el Hotel Crown Plaza:

 

«Están poniendo a Luis Enrique Orozco como gobernador interino […] nosotros exigimos que no lo pongan […] en nuestro caso, nosotros ya vimos que esa persona, al estar al mando de una investigación de un feminicidio, no pudo dar el ‘kilo'».

 

La noche en la que Luis Enrique Orozco entró al palacio de gobierno entre una marejada de periodistas, el controvertido ex candidato Patricio Zambrano, el «Pato», comenzó a gritarle al interino, durante la conferencia de prensa: «¿Ahora sí va a resolver usted el caso del feminicidio de Debany Escobar?»

 

La respuesta que recibió por parte de varios periodistas locales fue que se voltearon para gritarle: «Ya cállate, Pato».

 

Se salió el «Pato» consternado a la explanada afuera del Palacio, para decirles a sus 5000 cibernautas «Alguien está tapando a los asesinos de Debhani».

 

Incluso un cuestionado artículo firmado por «Juan Bermúdez» (PLUMA FUENTE / Periodistas sin Censura) pretendía vincular nada menos que a familiares del gobernador Samuel García con una organización llamada NXIVM: «[Una persona familiar suya] fue señalada por formar parte de una secta de esclavas sexuales y trata de personas denominada NXIVM o “Nexium”, que era liderada por el norteamericano, radicado en Puerto Vallarta, Jalisco, Keith Raniere» – un sujeto hoy encarcelado en los Estados Unidos, con una pena de 120 años.

 

El caso de Debhani parecía proyectar sombras -ciertas o falsas- hacia ambas direcciones del conflicto por la gobernatura, pero era un claro indicador de que un Estado de la nación mexicana era incapaz de resolver el caso más mediático de feminicidio en la historia del país, en un territorio donde cada año ocurren 102 feminicidios -y 947 a nivel nacional (2,807 mujeres asesinadas – 10 al día – según el SESNSP).

 

La controversial Laura Bozzo, quien afirma ser criminóloga, llegó a decir (según MundoNOW y Televicentro): «Las invitaron a una fiesta, sabían por donde se iban a regresar, un trailero las agarró, se las llevó y las llevaron para trata».

 

Probablemente todas esas conjeturas sean falsas.

 

Pero lo que ciertamente llamó la atención de todos, fue la premura, el ímpetu y la sorpresiva desesperación con las que el gobernador con licencia Samuel García regresó cual torbellino veloz a su Estado en cuanto se enteró de que el Congreso estatal estaba haciendo a un lado al elegido de Samuel como suplente/encargado del despacho gobernarorial -Javier Navarro- y nombraba como gobernador interino a este vicefiscal Luis Enrique Orozco -el hombre del caso de Debhani que tenía/conocía los expedientes criminales de la entidad.

 

La desesperación fue tal que una horda -probable parte del «Samuelazo»- irrumpió en el Congreso el día que ocurrió el nombramiento, al grado de que se dispersaron gases en el salón del pleno causando shock nacional.

 

Ayer, en el programa «Es la Hora de Opinar» de Leo Zukermann, el ex canciller Jorge Castañeda dijo: «[…] por las acusaciones de corrupción […] por algo quiso dejar un interino a modo… O sea… abandonó una campaña presidencial donde ya tenía el dinero, ya tenía la postulación de un partido […] de repente lo desechó porque no pudo conseguir un interino a modo. ¿Y como por qué no? Porque sabía que lo iban a pasar a la báscula, le iban a revisar los calzones […] en los cajones del escritorio de la oficina del gobernador.»

 

Es verdad: sólo algo muy poderoso podría hacer que la ambición de cualquiera de volverse presidente de la Nación quedara por un momento de lado con tal de cuidar el changarro.

 

Ya hubo en el pasado no uno sino muchos neoleoneses que cayeron en el embrujo de volverse caudillos de la nación sin dejar de ser caciques de su estado -incluso de toda la región noroeste.

 

Ese es el fenómeno que en esta columna vamos a llevar «Samuelazo» o «El Espíritu de Nuevo León».

 

Vamos a hablar de Samuelazos históricos como el de Antonio Canales, Santiago Vidaurri, mi tatarabuelo Bernardo Reyes, Socrates Rizzo, y de temas fascinantes como la «República del Río Grande» y la «República de la Sierra Madre» – momentos en los que Nuevo León aspiró a convertirse en un país por sí mismo, incluso en una potencia. Y nos preguntaremos si lo habría sido.

 

Comenzaremos por mi tatarabuelo, no por ser el primero, sino porque la historia de ese «Samuelazo» me la sé bastante bien.

 

La mañana del 15 de junio de 1885 el expresidente de México Manuel González, amigo de Porfirio Díaz, le escribió a éste un recado alarmante: «Tuvieron en Monterrey una junta de los generales Treviño, Naranjo, Olivares, Mier, Garza Ayala, Pedro Martínez y otros, con objeto de desconocer al gobierno general que usted encabeza. La reunión no se pudo poner de acuerdo y se disolvieron citándose para el 29 del presente».

 

Se refería principalmente a los poderosos caudillos regionales Gerónimo Treviño y Francisco Naranjo – Naranjo había tenido el proyecto -junto con la potentadísima y millonaria familia Madero, de la que ya había nacido Francisco I. Madero – ahora tenía 12 años- de poner a un gobernador «a modo» en Coahuila: Cayetano Ramos Falcón; y a otro amigo del clan «Treviño-Naranjo» en Nuevo León: Genaro Garza García.

 

Desde entonces, Porfirio Díaz llamó a su soldado favorito -conocido por «irascible»-, mi tatarabuelo Bernardo Reyes, a quien había enviado a San Luis Potosí para poner en orden a otros «ambiciosos» locales.

 

Bernardo Reyes deseaba regresar a su tierra (Jalisco), porque tenía un problema de salud debido al clima desértico del norte.

 

Sin importarle las peticiones «jaliscienses» de Reyes, ni su salud ni su deseo de volver a Jalisco, el 29 de abril, Porfirio Díaz dijo a Julio Maria Cervantes: «ya preparo a Bernardo Reyes».

 

Mandó a Reyes al norte, al desierto. Le dijo al general Cervantes que enviaría «al general Reyes con mil hombres» para entenderse con los caudillos neoleoneses Gerónimo Treviño y Francisco Naranjo, antiguos amigos de Porfirio, ahora rivales.

 

No pondrían a los gobernadores que ellos quisieran, sino los que quisiera Porfirio.

 

El 18 de septiembre de 1885 el Congreso de Nuevo León declaró gobernador electo a Genaro Garza García -miembro del Clan nuevoleonés de Treviño y Naranjo-. Desde Saltillo, Bernardo Reyes envió al quinto batallón dirigido por el general José del Valle. Entraron a la Sultana del Norte tocando una serenata en la plaza Zaragoza – un gesto benévolo que asustó a bastantes.

 

Luego llegó el General Bernardo Reyes personalmente, y se dedicó a hablar con la oposición: Garza Ayala, Pedro Martínez y Narciso Dávila, para levantar el Estado contra el gobernador electo.

 

Asustado, el general Gerónimo Treviño se comunicó con Porfirio Díaz el 27 de octubre. El presidente le dijo: «no se preocupe de las acusaciones de sus enemigos. Se le tendrá consideración».

 

El gobernador electo, Genaro Garza García, quien ya había sido gobernador varias veces, comenzó a lloriquear: «contra la presión ejercida por la fuerza».

 

Asumió el cargo pero Reyes se encargó de que los alcaldes de Nuevo León fueran reemplazados por opositores a Garza García.

 

Cuando Genaro Garza García se vio rodeado por presidentes municipales de oposición, le dejó el cargo a Mauro Sepúlveda, como interino, quien le pidió a Bernardo Reyes no usar el ejército en Monterrey.

 

En el caos reinante, el Congreso estatal pidió al gobierno central intervenir. El Senado de la Nación comenzó estudiar activar la desaparición de poderes en Nuevo León.

 

Para ese momento había tres gobernadores virtuales en el Estado: Genaro Garza García, Mauro Sepúlveda y mi tatarabuelo Bernardo Reyes.

 

¿Cual de los tres estaba dando el «Samuelazo»?

 

Porfirio Díaz le escribió a Bernardo Reyes. Lo felicitó «por manejar los asuntos del Estado».

 

El 10 de diciembre de 1885, el Senado declaró la desaparición de poderes en Nuevo León, y Díaz nombró gobernador (provisional) a Bernardo Reyes.

 

A partir de ahí, Bernardo Reyes fue gobernador de Nuevo León durante los siguientes 20 años -una especie de Porfirio Díaz local-. Con permiso del presidente, se encargó de controlar a Cuahuila y a Tamaulipas por medio la Tercera Zona Militar y de gobernadores que él mismo impuso o protegió, como José María Garza Galán y Venustiano Carranza. Tuvo en los hechos el control de los tres estados y Porfirio Díaz lo llamó mi «Intendente del Norte».

 

Ese fue un buen «Samuelazo» – o un «Samuelazo» bien hecho, en el cual el protagonista negoció con las partes. (Eso le falta a Samuel).

 

Bernardo Reyes llegó a ser Secretario de Guerra sin perder el control de su triple-estado -la Intendencia del Norte-, y lo propusieron para sustituir a Díaz como presidente de México, pero acabó con un disparo en la cabeza el 9 de febrero de 1913.

 

 

El primer «Samuelazo»

 

Retrocedamos tres cuartos de siglo, al momento en el que surgía México y un general ego maníaco, Antonio López de Santa Anna, decretó las llamadas «siete leyes» para quitarle el poder a los estados y centralizar todo en su gobierno y en su «mano».

 

Se le levantaron encolerizados Tabasco, Yucatán, Tamaulipas y Nuevo León. (Yucatán incluso fue República por un breve instante).

 

El 27 de marzo de 1839, un regiomontano: el «Zorro del Chaparral», Antonio Canales Rosillo, levantó una insurrección llamada  la «Rebelión del Río Grande». Proclamó la creación de la República de Río Grande. El gobernador interino de Nuevo León, Manuel María de Llano, no dudó en unirse al complot: Separar a Nuevo León y a sus estados vecinos para sacarlos de la República Mexicana.

 

Junto con José María González, Antonio Zapata, Francisco Vidaurri y Villaseñor, y el general Juan Pablo Anaya -gestor de armas y de recursos de empresas privadas-, Canales se fue directamente a Texas, recién separada de México, para obtener su apoyo contra México mismo.

 

Los gringos Reuben Ross, Richard Roman  y Samuel W. Jordan le ayudaron en este «Samuelazo» -con armas proporcionadas por los Estados Unidos.

 

Fue una verdadera guerra, y si no fuera por la participación de Mariano Arista, la República de Río Grande (Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas) sería hoy la vecina al sur de Texas dentro del mapa de la Unión Americana. (Su capital sería Laredo).

 

Antonio Canales tuvo tiempo para arrepentirse y hoy es considerado héroe en México.

 

 

El segundo «Samuelazo»

 

 

Pasaron 20 años y Antonio López de Santa Anna estaba de nuevo en el poder. En 1855 se lo ocurrió volver a dictar leyes autocráticas para tener el poder absoluto, eliminar los poderes de la nación y crear algo llamado la «junta suprema conservadora» – un instrumento para su propio poder.

 

Las insurrecciones no se hicieron esperar y se llamaron: «Plan de Ayutla» o «Revolución de Ayutla» (Juan Álvarez, Ignacio Comonfort, Ignacio Zaragoza, Mariano Escobedo).

 

Uno de los insurrectos fue el sobrino de Francisco Vidaurri (el de la República de Río Grande): el neoleonés de Lampazos Santiago Vidaurri. A este joven imperioso le tocaría dar el segundo «Samuelazo» de la historia (pero un Samuelazo exitoso).

 

Siendo secretario de gobierno de Nuevo León, Vidaurri pactó en secreto con Antonio Rosales. En Lampazos proclamó el «Plan Restaurador de la Libertad»; y con sus tropas se apoderó de Monterrey, y se declaró gobernador.

 

De ahí pasó a lanzarse como candidato a la presidencia de México. Compitió con Juan Álvarez, Melchor Ocampo e Ignacio Comonfort. Vidaurri sólo obtuvo un voto (probablemente suyo).

 

Su insaciable ambición lo llevó a realizar grandes obras por el Estado de Nuevo León -cosa buena-, pero también lo llevó a proclamar en 1855 el Plan de Monterrey y la «República de la Sierra Madre». De sus pistolas se anexó al estado vecino: Coahuila.

 

El presidente Ignacio Commonfort le ordenó soltar Coahuila y renunciar. Pero Vidaurri le «pintó mocos». Le «valió madres». Antes se fue Comonfort y Vidaurri se quedó como verdadero cacique en su doble estado de Coahuila-Nuevo León

 

Llegaron los franceses, invadieron México y Santiago Vidaurri no se inmutó. Su doble estado era él.

 

Cuando Benito Juárez, derrocado por los franceses, estuvo escabulléndose por el país con su «gobierno itinerante», el «Samuelador» Santiago Vidaurri no sólo no le proporcionó ningún apoyo contra Francia, sino que cuando el benemérito pasó por Monterrey el 12 de febrero de 1864 para entrevistarse con Vidaurri, para pedirle apoyo y hospedaje -según Guillermo Prieto en «Historia Patria»-, Indalecio, hijo de Vidaurri, sacó la pistola, y llamó a motín. Juárez y Lerdo, con Iglesias, Suárez y Navarro, tuvieron que escapar en su carruaje negro.

 

Los persiguió la horda de neoleoneses incitados por Vidaurri (parte de un «proto-samuelazo»).

 

Se dice que Vidaurri festejó riendo esta fuga por parte de Juarez, y de rumora que ordenó a sus funcionarios «que no obedeciesen al gobierno de Juárez, y se aprehendiese a sus agentes y se desconociese esa autoridad».

 

Juárez, tan pronto como pudo recuperar el control de México y expulsar a los franceses -y tras ordenar el fusilamiento de Maximiliano-, pudo encargarse por fin de Santiago Vidaurri, y de su «Samuelazo».

 

Desde 1864 había enviado hacia Monterrey a sus generales Francisco Naranjo, José María Patoni y Mariano Escobedo con 5000 hombres; pero por fin pudieron hundirle balas al cuerpo de Vidaurri el 8 de julio de 1867 en la plaza de Santo Domingo, en la CDMX, tras ser capturado por el general Porfirio Díaz.

 

(Un descendiente de Santiago Vidaurri es Emilio Azcárraga, por la rama Milmo).

 

 

No han sido los únicos «Samuelazos». El historiador Héctor Jaime Treviño dice que el separatismo de Nuevo León es parte de los nuevoleoneses: “el regiomontano lo lleva en la sangre. Es algo inherente al regiomontano que viene incluso desde la Fundación de Monterrey” (David Casas / La Silla Rota).

 

Así que parecería que esta búsqueda personal de Samuel García -que originó las trifulcas del pasado fin de semana-: la búsqueda de un poder enorme y de llevar a Nuevo León a cumbres insólitas, no es algo único de él, ni algo nuevo en el Estado de Nuevo León.

 

Es algo que ha existido siempre, y que se incuba o personifica de cada tanto en tanto en humanos individuales en cada etapa de la historia, una especie de Zeitgeist, Poltergeist o «Volkgeist» de la tierra del Norte: el espíritu de Nuevo León.

 

 

El «Samuelazo».

Atentamente, el hijo de una neoleonesa.

 

 

Leopoldo Mendívil López

Autor de Secreto 1910, Secreto Maximiliano, Secreto Vaticano, Secreto R (Rockefeller), Secreto Azteca, Secreto 1929, Secreto Biblia.

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